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Há vaidade pessoal no texto que vou citar, sim, há, mas há sobretudo uma certa inveja: tenho dúvidas de que haja intelectuais em Portugal que escrevessem este belo texto para uma feira de feijões.
FABES CON COLÓN
Pregón de la XXVIII Feria de les fabes
JAIME IZQUIERDO
Colunga, 9 de diciembre de 2018
Buenos días. Querida alcaldesa de Colunga, estimados miembros de la corporación municipal, queridos alcaldes y concejales de concejos vecinos, señoras y señores diputados, vecinos, señoras y señores.
Como ustedes saben es un honor pregonar en una feria y más si esta está dedicada a les fabes: una de las principales señas de identidad de Asturias. Es un honor y una responsabilidad que acepto encantado y agradecido. Seré breve y espero que cuando termine no se arrepientan del tiempo que me han prestado y que no les podré devolver.
Decía Álvaro Cunqueiro que Cristóbal Colón era gallego. Y que si viajó a América no lo hizo por otra razón que traer pimentón para el pulpo. No pongo en duda el origen galaico de Colón, y más si lo dice Cunqueiro, pero sí su motivación: Colón fue a América y trajo pimentón, es verdad, pero lo que incitó el viaje fueron les fabes.
Me explico. En 1479, Cristóbal Colón se casó con Felipa Moniz, una joven de la nobleza portuguesa nacida en Madeira, en la isla de Porto Santo. Paseando un día por la playa encontró unas semillas alargadas traídas por la marea y no conocidas en Europa. El único origen posible de aquellas extrañas semillas eran las Indias, que en aquel tiempo se sabían al otro lado del mar.
Hay que recordar que entonces el mundo conocido tenía solo tres continentes: Europa, África y Asia. No hace falta que les diga que aquella fue la primera faba que llegó a esta parte del Atlántico. Así que podríamos decir que lo primero que descubrió Colón no fue América, sino les fabes, y fue aquel encuentro casual el que desencadenó su deseo de viajar al Este por el Oeste y cambiar con ello el rumbo de la humanidad.
Siento fascinación por Colón. Entre otras razones porque acabó triunfando a base de cometer una precisa serie de equivocaciones, errores y desencuentros a lo largo de su vida. Se equivocó en los cálculos de la distancia que separaba Europa de las Indias. Pensó que estaban más cerca y por eso se tiró al mar. Si hubiese realizado una estimación más próxima a la realidad créanme que no lo hubiera hecho. Una vez en el nuevo mundo se equivocó en el cálculo de latitud y gracias a ese error encontró el camino de vuelta empujado por la corriente del Golfo y, finalmente, murió sin saber a dónde había llegado, sin saber que había cambiado la geografía el mundo y sin saber que fue el primer europeo que vio una faba.
Todos los aciertos de Colón son fruto de sus errores pero, sobre todo, de una personalidad intuitiva y de un carácter empecinado e inasequible al desaliento.
La fabada como metáfora astur
A pesar de ser nuestro plato regional por excelencia, la fabada es relativamente reciente, tal como nos dice Eduardo Méndez Riestra en su Diccionario de cocina y gastronomía de Asturias. Los ingredientes canónicos de la fabada son, como protagonistas principales, les fabes, el chorizo, la morcilla y el lacón y, como actores secundarios, el azafrán, el aceite y la sal. Por supuesto que se permiten variaciones, que quedan a criterio del atrevimiento del autor, y eso da como resultado que en algunas cocinas se hagan buenas versiones de fabada y, en otras, se perpetren. Bernardo Fernández, que fuera vicepresidente del Gobierno de Asturias y al que cita Eduardo, dice que la fabada es un plato traicionero “al que le gusta hablar a nuestras espaldas.”
Recapitulando lo dicho hasta ahora. Un aventurero gallego, o genovés, —¡quién lo sabe!—, se tira al mar camino de Asia siguiendo el rastro de unas semillas, unes fabes, que pensó originarias de China porque se había casado con una portuguesa de Madeira. Con el tiempo se supo que aquello no era ni China, ni Cipango, ni las Indias sino un nuevo continente. Y aquellas semillas, y otras más como el maíz o la patata, se trajeron luego para Asturias y prosperaron hasta tal punto que el paisaje agrario del siglo XVII en la cornisa cantábrica era casi una copia del paisaje mesoamericano.
Muchos años atrás, había llegado a Asturias, desde Oriente próximo, el cerdo al cuidado de los primeros pastores, y después llegó, procedente de las islas griegas, el azafrán, no sé si antes o después que la cebolla, que venía de Asia, y el aceite de oliva que lo hizo desde el Mediterráneo. Todos esos ingredientes fueron recalando en nuestro pequeño país norteño hasta que alguien encontró la manera de juntarlos armónicamente y descubrió la fabada.
Es decir, por gracia de un aventurero inquieto que se casó en Portugal y con unos ingredientes oriundos de América, Asia, Grecia, Oriente próximo y el Mediterráneo inventamos la auténtica, auténtica, auténtica… fabada asturiana.
Estamos pues ante un maravilloso ejercicio de innovación, una combinación de influencias globales que acrisolan en lo local gracias al atrevimiento de una asturiana. Sí, sí, sí, de una asturiana. Estoy seguro de que fue una mujer la autora de la primera fabada porque toda nuestra cultura gastronómica es obra esencialmente femenina.
Por lo demás, mucho antes de que las universidades y los centros de investigación científica se autoerigieran en los guardianes notariales del conocimiento, los campesinos habían creado a partir de las especies silvestres, vacas de la montaña o de los valles, ovejas, cabras, cerdos, gallinas…habían inventado quesos, embutidos, panes, vinos, sidras…habían ordenado el monte, abierto caminos, levantado aldeas, construido molinos, puentes y castañeos. Habían creado la base cultural de la gastronomía del país y un paisaje asociado a ella y lo hicieron “a lo Colón”, es decir, tirándose p´alante, probando y equivocándose. Y al final, también como Colón, acertaron y descubrieron un nuevo mundo, a mitad de camino entre la cultura y la naturaleza, que ahora languidece para convertirse, como dice el escritor aragonés Severino Pallaruelo, en un país de anochecida.
El paisaje campesino, un patrimonio en peligro de extinción
Y eso es precisamente lo que estamos perdiendo en Asturias además de población: el paisaje que nos dio de comer, la cultura campesina y el atrevimiento para hacer cosas inéditas.
En Francia, que nunca denostaron el conocimiento campesino, recurren ahora a él para revitalizarlo como gestor del territorio. Las villas y las pequeñas ciudades galas están recuperando la agricultura de proximidad en sus periferias rurales. Y en sus parques nacionales las comunidades locales de pastores se han convertido en los mejores aliados del gobierno para conservar el paisaje y la biodiversidad y seguir haciendo excelentes quesos de montaña.
El arquitecto paisajista portugués Henrique Pereira dice que “o homem é um animal de clareiras”, es decir, que el hombre es un animal que hace y mantiene claros en los bosques para vivir y darles otra vida. Henrique escribe en sus libros bellos textos explicando los paisajes lusitanos a través de los platos y la gastronomía regional.
Son esas “clareiras” las que han dado origen en Asturias a los quesos del Oriente, a los vinos de Cangas, a les huertes del Nalón, a les patates de Navia, a la boroña de Piloña o Cabranes, a la ternera de tantos pueblos, a las castañas valdunas, a la fabada o a las pomaradas de esta comarca sidrera. Son esas clareiras una hermosa obra de arte y un patrimonio que no hay que mirar con nostalgia sino como oportunidad. Son esas clareiras la esencia de la cultura de un país.
Pensar en el futuro consiste en mirar para afuera e integrar para adentro, como hicimos con la fabada. Y también en mirar para atrás, para no perder la memoria, y mirar para adelante para no quedarse sin porvenir. Lo he dicho muchas veces y lo vuelvo a repetir hoy: Asturias precisa para su medio rural perspectiva retroprogresiva y visión agropolitana.
Termino ya. Pero no lo haré sin darles las gracias por su atención y sin dedicarte el pregón a Cristóbal Colón que nos trajo les fabes a los asturianos y el pimentón a los gallegos. Muchas gracias.
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Muito bem!
Consultando o portal base.gov percebe-se que o Sr....
«As costas da Mina e a da Guiné foram desde o sécu...
Siga prà marinha.Muito bem.
Muito bem, nada a apontar